Fundación medieval de La Sénia

Historia de La Sénia

La región del valle del río Sénia ha estado habitada desde los albores de la historia. Encontramos muestras de ello en enclaves como la cueva Dels Rosegadors o la cueva de La Tenalla. En estos asentamientos perduran pinturas prehistóricas indicando actividades cinegéticas y cuotidianas.

Durante las edades de los metales, edad del bronce y edad del hierro se hallan en la región importantes vestigios de poblamiento. Aunque durante largos periodos de la historia parece que en la zona hubo una baja densidad de población, contrastan con otros más florecientes. Las relaciones con el bajo Aragón y el Maestrazgo, sobre todo comerciales y ganaderas, dotaron de dinamismo económico a la comarca. El valle del río Sénia fue la salida al mar de toda la región montañosa colindante. Prueba de ello fueron las relaciones con los pueblos fenicios y posteriormente las fundaciones de importantes poblados Íberos.

Aunque hasta el momento no tenemos más pruebas del establecimiento exacto de la población en la zona del pueblo actual, aunque hay indicios de que el núcleo moderno sería de fundación andalusí. La consolidación poblacional podría haber sido durante el Califato de Córdoba durante el siglo X. Las pistas que lo insinúan sería la comprobada presencia musulmana en los molinos de la zona, las características estructurales del núcleo antiguo del pueblo y un arcaico sistema de canalización de agua de carácter musulmán.

Carta de población de la Sénia

En 1148 se produjo la conquista del reino andalusí de Tortosa por parte del Conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. Durante la segunda mitad del siglo XII encontramos una primera población cristiana de las tierras del Montsià. Estos asentamientos no desarrollaron una consolidación feudal estable dado el carácter fronterizo de la región. Fue un tiempo de poblamientos dispersos y de continuidad variable.

Durante los años 20 del siglo XIII, con la llegada al trono de Jaume I, se estableció la política de consolidación del territorio. Es en esta época que el feudalismo arraigó en la región y se otorgaron las cartas de población oficializando villas y encomiendas. La expedición de estos documentos no significa que no existieran asentamientos previos, pero si son muestra de una intencionalidad tanto en la organización del territorio, como en la prevalencia de la población.

Las tierras del río Sénia permanecía bajo la jurisdicción del Orden del Hospital desde 1178, bajo la encomienda del castillo de Ulldecona. Dicha orden emitió la primera carta de población al ciudadano Guillem de Moragues, natural de Tortosa. La Sénia fue reconocida como villa el 17 de abril de 1232. A su vez, el 25 de enero de 1235, Guillem de Moragues concedió una nueva carta de población a los habitantes de la Sénia. De esta segunda carta sabemos que se concedió a 21 personas, entendemos que se trata de cabezas de familia. Cada familia ostentó una heredad, tierras donde cultivar y trabajar. De este modo se repartió el territorio entre sus habitantes.

Estas tierras fueron repartidas en propiedad y derecho a heredar. Esto significa que tenían derechos para la explotación de las tierras, pero continuaban pagando impuestos al señor feudal y a la iglesia, siguiendo los usos del momento. Se trata pues de campesinos libres que formarían una oligarquía local, pero siempre bajo la jurisdicción de un señor feudal, noble o eclesiástico, propietario de la región.